Esta criminal invasión, con fundamentos jamás probados, ha sido, según tengo memoria, de las más resonadas de los últimos 25 años a esta parte. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), bajo la dirección de los Estados Unidos y el control absoluto de la secta sionista jasídica que la manda, se echaron contra Saddam Hussein, quien, ese 20 de marzo de hace veintitrés años atrás, enfrentaba a la monstruosa coalición del Nuevo Orden Mundial (NOM).
Hussein era un antiguo veterano de otra guerra que, en el pasado, lo había tenido como protagonista también contra Estados Unidos y sus cómplices, en la denominada <<Primera Guerra del Golfo>>, que se extendió desde el 2 de agosto de 1990 hasta el 28 de febrero de 1991.
En cuanto a la <<Segunda Guerra del Golfo>>, que es la que en estas líneas me ocupa, debe su comienzo al 20 de marzo de 2003 pero su fin es todavía difuso. Pues, ni el ahorcamiento de quien es, para mí, un Patriota, hablo de Saddam Hussein, el 30 de diciembre de 2006, pudo acallar la resistencia iraquí contra los invasores que venían a implantar el sistema liberal capitalista y, con ello, la teoría del anglo-japonés Francis Fukuyama de <<El Fin de la Historia>>.
Todavía varios años después de haberse dado muerte a Saddam Hussein, en Irak, otrora cuna de la civilización, los combates arreciaron en memorables jornadas tales como sucedió en Ramadi, Bagdad, Samarra o Nasiriya, verdaderos baluartes del poderoso Partido Baaz (al que pertenecía Hussein) que promulgaba, de la mano del egipcio Gamal Nasser, el panarabismo con algunas políticas de tinte socialista pero al estilo arábigo.
Tanta oposición a los invasores hubo en aquellos puntos nombrados que, el propio Fukuyama, debió contradecir su teoría de <<El Fin de la Historia>> allá por el 2007 o 2008, pues la desaparición del Estado iraquí -banderín del que siempre hacen honor los liberales- no vino de la mano con una transición tranquila o bienvenida del libre mercado y la privatización de lo público sino que, por el contrario, desató una guerra mucho más civil que internacional que, entiendo, todavía hoy sigue derramando sangre entre hermanos. Y también, porque la evolución (¿o involución?) de la historia no se detuvo en el capitalismo liberal y sus supuestas mieles de infinita bondad, sino que ha sido y sigue siendo encarnizadamente resistido y, en someros espacios, combatido por inicuo y brutal.
La resistencia iraquí fue grandiosa, y solo a ella le cabe el honor de haber planteado con seriedad y objetivos claros la lucha contra quienes mancillaron y aniquilaron a su pueblo, Estado y Nación. Esos combatientes mantuvieron en funcionamiento en la clandestinidad al Partido Baaz, que, de tanto en tanto, enviaba comunicados y tenía oficinas en Siria.
También esos combatientes obedecían el mando natural del último de los dirigentes de Saddam Hussein que quedaban vivos, y aquí hablamos del veterano mariscal Izzat Ibrahim al-Douri, quien, al parecer, sobrevive en las mazmorras de la lucha por la liberación de su tierra hasta el 25 de octubre de 2020, tras varios y fallidos intentos de asesinato. Su último discurso llamando a combatir, a sangre y fuego, a todos los enemigos de Irak (bien vale decir, los que componen la Sinarquía Internacional), lo dio en abril de 2018. Aparecía sentado, con amplias gafas, su inconfundible uniforme de mariscal y boina negra acorde a su bien ganada jerarquía. En un
juego de naipes distribuido por el Ejército de los EE.UU. durante la infame invasión a suelo iraquí, Izzat Ibrahim aparecía marcado como la 2º carta más importante, luego de la de Saddam Hussein.

Claro que, como suele ocurrir ante cada descomposición social o estructural política, los carroñeros de siempre hacen gala de su existencia, y así el suelo iraquí fue objeto de numerosos oportunistas, tal el caso de Al-Qaeda (de nexos financieros con firmas norteamericanas) o, más recientemente, el Estado Islámico (de clara invención demócrata estadounidense).
Pingües negocios hicieron los invasores tras el crimen ordenado por el
masón de la Universidad de Yale, George Bush hijo, en donde se otorgaron, sin control alguno, firmas petroleras, de gas y de minerales para explotación del Occidente secuestrado por la entidad sionista, que no es otro que el que destruyó, quizás para siempre, Siria, Libia, Afganistán y Palestina.

Por El Católico Descamisado