sábado, 21 de abril de 2018

1985: CARLOS CAMPOLONGO SE VENDE A LA SIDE-UCR PARA ENSUCIAR AL GREMIALISMO PERONISTA



Abril de 2018. El secretario general de UTHGRA (gastronómicos), Luis Barrionuevo, se sentó ante las cámaras de televisión y, pletórico desde su nuevo rol de Interventor del vilipendiado Partido Justicialista (PJ), se fue en elogios para con quienes lo flanqueaban a ambos costados: Julio Bárbaro, a su izquierda, y Carlos Campolongo, a su derecha.

            Los dos recibieron palabras de enjundia por parte del viejo amigo de Enrique “Coti” Nosiglia, masón y ex Ministro de Interior de Raúl Alfonsín, verdadero propulsor de Barrionuevo, previo convenio con la jueza Servini de Cubría, para intervenir la sede de la calle Matheu, en Capital Federal.

            Y para que no queden dudas de tales plácemes, Barrionuevo les dio un cargo a cada uno. Así, Julio Bárbaro surge como Coordinador Político del PJ, mientras que Carlos Campolongo será el vocero de la intervención. Los presentes –unos cuántos- aplaudieron la medida y, hasta el momento, ven algo allanado el camino para, desde el PJ, ese eterno trampolín, lanzarse a la palestra electoral del 2019 con alguna fórmula presidencial.

            En cambio, desde la Agencia Informativa “Ciriaco Cuitiño” y el Movimiento Cívico para la Cultura Nacional, notamos, una vez más, la traición de poner a ciertos personajes de dudoso pasado a comandar el PJ, más allá, claro, de que, como decía el teniente general Juan Perón, lo más trascendente es el Movimiento Nacional Justicialista, no el partido que, ante cualquier circunstancia, puede llamarse “Unión Popular”, “FREJULI”, “FRECILINA” o “Mongo Aurelio”.

CAMPOLONGO: PERIODISTA Y POLITICO

Nacido el 13 de julio de 1947 en Buenos Aires, Carlos Manuel Campolongo se hizo conocido, principalmente, como periodista televisivo y radial en las décadas de 1970 y 1980. Fue muy conocido en los canales 9, 11 y 7 (entonces, ATC), profesión que compartió con sus estudios de abogacía y psicología, carreras que concluyó, la primera, en la Universidad del Salvador (USAL), y en la UBA, la restante.

            Aunque al regreso de la democracia liberal (1983) no estaba tan desarrollado como ahora el tema de la comunicación en una campaña política, Carlos Campolongo bien pudo haber asumido culpas cuando, siendo uno de los principales voceros del precandidato Ítalo Argentino Luder, el peronismo perdió las elecciones presidenciales ante el socialdemócrata Raúl Ricardo Alfonsín Foulkes.

            La introducción de Campolongo al peronismo no fue tan auspiciosa que digamos. Lo hizo de la mano del delincuente Carlos Grosso[1] en las postrimerías del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

            El PJ, que ahora lo tiene como vocero, en esa época estaba por primera vez en el bando de la derrota, lleno de internas y con varias recriminaciones que terminaban en serios replanteos y diásporas entre sus filas. Carlos Campolongo sería uno de ellos, pues se replegó al ámbito periodístico. Pero igualmente se quedó deambulando en la política…

CAMPOLONGO Y EL GRUPO “B”

Raúl Alfonsín, masón iniciado en la Logia “Teodoro Herzl” Nº 402, estaba a sus anchas, y, dueño absoluto de los resortes del Estado, empezó a echar mano de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) en las proximidades de las elecciones legislativas del 3 de noviembre de 1985, el primer gran desafío que tuvo la UCR desde que había obtenido la presidencia del país.

En un documento que obra en poder de esta Agencia, que lleva por remitente “PRESIDENCIA DE LA NACION – SECRETARIA GENERAL”, damos cuenta de una lista con nombres y apellidos de reconocidos periodistas que se prestaron a recibir dinero de la SIDE para desprestigiar, con famosos “carpetazos”, a dirigentes sindicales peronistas. Veamos un poco más en detalle el documento.

            Entre esos periodistas estaba Carlos Campolongo, y otros tantos como Magdalena Ruiz Guiñazú, el finado Emilio Corbiere, Fernando Bravo, Enrique Santos Biasatti, José “Pepe” Eliaschev, una jovencísima Mónica Gutiérrez, Hugo Gambini, Germán Sopeña y varios más.

            Los nombrados fueron divididos en 4 Grupos: A, B, C y D. En el caso de Carlos Campolongo le tocó el Grupo “B”, recibiendo, por su desalmada e ilegal labor, la suma de U$S 5.000.-, una buena suma de dinero para aquellos años. De acuerdo a la letra asignada, cada Grupo recibía una remuneración diferente que, seguramente, era proporcional a la tarea que los ‘servicios’ de Inteligencia les designaban a sus miembros.

            Por ejemplo, y de acuerdo a la lectura del documento, los “voceros” del Grupo “A” recibían U$S 7500.-; los del Grupo “B” (como Campolongo), $ 5000.-; los del Grupo “C”, $ 3000.-; y, quienes estaban destinados al Grupo “D” unos $ 1000.- cada uno. En cuanto a la “FORMA DE PAGO”, el mismo se efectuaba en tres partes: “25% el 15 de octubre – 30% el 25 de octubre – 50% el 7 de noviembre” de 1983.



            Ahora, fíjense ustedes, lectores, lo que dice el archivo respecto al íntimo conocimiento que tuvieron los implicados para atacar al peronismo y a las FF.AA. en esos meses finales de 1985, en plena campaña electoral:

            “Dado que los aportes señalados se trataron en forma personal e individual, la presente información tendrá carácter reservado no emitiéndose (ilegible) comunicación al respecto.”

            Es decir, que Carlos Campolongo y todos sus colegas fueron avisados personal e individualmente de las acciones que iban a cometer con sus comentarios, notas, publicaciones, etc., para perjudicar a los gremios peronistas y a los militares, como veremos más adelante.

            Quien encabezaba y, de alguna manera, dirigía este grupo de secuaces, era el inefable Guillermo Patricio Kelly, de quien se toman las siguientes recomendaciones o recaudos:

            “Pese a las dudosas cualidades de lealtad que caracterizan a KELLY, su persona puede convertirse en un eficiente vocero en la generación de versiones y en la formulación de acusaciones que, por su naturaleza y destinatarios, es obvio no podrían hacerse a través de funcionarios gubernamentales o de miembros de la U.C.R.”

            Y, a renglón seguido, se asevera la mano de la SIDE y de la SIP (Secretaría de Información Pública) en todo este lodazal en el que estuvo involucrado el hoy vocero del PJ y harto elogiado por Barrionuevo, Carlos Campolongo:

            “Las acciones que se encomiendan a Guillermo Patricio Kelly, deberán estar perfectamente integradas dentro del “Plan General de la Campaña” [de 1985] y su coordinación y control estarán bajo directa responsabilidad de la SIDE y de la SIP, bajo supervisión del Equipo de Dirección y Coordinación.”

OBJETIVOS DE LA SIDE DE ALFONSIN

De lo primero que se debía “reunir antecedentes”, era de los “Actos delictivos de Dirigentes Sindicales Peronistas”, reza el documento. Y se especificaba que, para dar cumplimiento a dicho objetivo, “Se hará especial hincapié en aquellos dirigentes que figuran como candidatos, tales como Herminio Iglesias y Jorge Triacca (sic)”, y que “Junto con ellos deberán reactualizarse episodios todavía no clarificados judicialmente, como los casos UOM y Lorenzo Miguel, Diputado Imbelloni, etc.”.

            En la lista de enemigos a descalificar a través de la SIDE en tiempos de Alfonsín empleando a pigmeos como Campolongo, también figuraban la búsqueda de “Antecedentes varios de Personal Militar de Alta Jerarquía” y de “Antecedentes de Personas Civiles que tuvieron o mantienen relaciones con personal de las FF.AA.”.

Pero no eran zonzos los radicales, pues como “RECOMENDACIÓN ESPECIAL” emiten en el documento que había que omitir “toda referencia a probables relaciones de los acusados con el “Grupo Guglielminetti””, dado que Raúl Guglielminetti, como la Agencia Informativa “Ciriaco Cuitiño” lo publicó en una nota del 14 de marzo de 2008, “se desempeñó como agente de la SIDE, y estuvo ligado a la ultraderechista Triple A del masón y umbandista José López Rega”.

Alfonsín, sigue diciendo la nota de esta Agencia, “jamás pudo desconocer que el personaje [Guglielminetti] que lo acompañaba en alguna de sus reuniones violó los derechos humanos entre 1976 y 1983”. Raúl Guglielminetti actuó entre 1968 y 1981 en el submundo de los ‘servicios’ y el hampa, pero

“en marzo de 1983 fue nuevamente convocado a la seguridad de la Casa Rosada, permaneciendo con intermitencias hasta 1984 y 1985, cuando se lo empezaba a investigar por lo ilegal de sus actos.”

De allí, entonces, los recaudos que se piden a los contratados para no investigar al “Grupo Guglielminetti” de que hace referencia el documento de la SIDE-UCR al momento de publicar los antecedentes de aquellos civiles o militares que actuaron en la represión de los años 70.



Y en todo ese meadero estuvo implicado Carlos Campolongo, un charlatán que se tiró contra el peronismo, y que ahora dice encausar junto a otros de su misma calaña en un nuevo acto de oportunismo y traición.


Por 45 Peronistas de octubre



[1] Grosso actuó en la subversión junto a Rodolfo Galimberti y Luis Alberto Spinetta en JAEN (Juventudes Argentinas para la Emancipación Nacional), y también en la CGT de los Argentinos, donde compartió militancia con el ‘doble agente’ Horacio Verbitsky. Se relacionó a la Organización Montoneros, y, ya reciclado, fue Intendente de Capital Federal durante la presidencia del agente Carlos Saúl Menem, donde llovieron casos de estafas y corrupción (1989-1992). 

viernes, 13 de abril de 2018

GUILLERMO PATRICIO KELLY EN LAS CARTAS DE PERON




Este Guillermo Patricio Kelly se había afiliado a la por entonces Alianza de la Juventud Nacionalista en el año 1942, no teniéndose mucha información del cargo que ocupara hasta 1946 cuando, al decir de Juan Ramón Queraltó, fue expulsado de la organización que tres años antes pasó a denominarse Alianza Libertadora Nacionalista (ALN).

            Tras el apogeo del peronismo y las posteriores turbulencias que evidenció en el enfrentamiento que tuvo con la jerarquía de la Iglesia Católica argentina, en 1953 vuelve a reaparecer Kelly entrando, esta vez, a las patadas y armado con un grupo de seguidores en el local de ALN situado en avenida Corrientes y San Martín. Allí, echan por la fuerza al nombrado Queraltó, y en su lugar se coloca Kelly como jefe de la organización hasta la caída de Perón el 16 de septiembre de 1955.

            Este hecho no fue maniobra de un solitario aventurero: Para tener a sus pies la jefatura de la ALN se sirvió del ex socialista y Ministro de Interior de Perón, Ángel Borlenghi, quien en su enfrentamiento con el, ese sí, nacionalista Juan Queraltó, apoyó la atropellada de Kelly para hacerse con el máximo escalafón de ALN. El personalismo de Guillermo Patricio Kelly, lo llevó a echar mano del nombre, por eso la entidad se llamó, desde entonces, Alianza Popular Nacionalista, quitándole, con tal modificación, la esencia a la organización que, de alguna manera, ya no era “Libertadora” de nada ni de nadie.

            Con el golpe de Estado de la “Revolución Libertadora”, Kelly va a sufrir la cárcel, experimentará la fuga y, ya en un tramo de su vida donde fue muy poco visible, andará como ‘servicio’ a sueldo por algunos países de Centro y Sudamérica.

            Perón se enfurece con el dudoso andar de Kelly por el mundo, pero más aún cuando, actuando en nombre del peronismo, al que nunca sintió como su ideología, le hubo de frustrar en, por ejemplo, algunas tramitaciones que tuvieron que ver con el fallido retorno de Juan Perón a la Argentina, vía Brasil, en las postrimerías de 1964.


Volante de la Alianza Popular Nacionalista (ex ALN) en tiempos de Guillermo Patricio Kelly.

            El episodio de su frustrado regreso en el popularizado avión negro, no fue un asunto menor, pues desde entonces tomaría forma el neoperonismo, la figura de Vandor, los ‘acuerdistas’ dentro del gremialismo y, obviamente, las reprimendas hacia el interior del amplio Movimiento Nacional Justicialista por no tener, varios de sus cuadros, la sensibilidad necesaria como para interpretar infaliblemente las órdenes de Perón.

            Las cartas del período 1964/65 emitidas por Perón a todos los compañeros dispersados por el mundo son, de modo alguno, de medular importancia, porque allí va esbozando, desde su óptica de líder, quiénes flaqueaban, quiénes se mantenían leales y quiénes estaban movilizados por intereses mezquinos o egoístas.

LAS CARTAS CONTRA KELLY

Las enormes contradicciones establecidas por Guillermo Patricio Kelly mediante el periódico “Alianza” durante la primera mitad de la década de 1960, hicieron prestar atención a Perón y a sus dirigentes de segundas y terceras líneas. ¿Para quién o quiénes jugaba Kelly? Todo era un misterio digno de los que se aventuran a coquetear con las centrales de inteligencia.

            Por lo dicho, vemos cómo en una carta fechada en Madrid, España, del 20 de agosto de 1964, Juan Perón le manda una misiva general en la cual esboza algunas directivas del Comando Superior Peronista, resolviendo, en el punto 5, que

            “Dado que Guillermo Patricio Kelly con sus actitudes y la prédica hecha a través del periódico “Alianza” continúa creando confusión y perturbación con la intención de dividir al Movimiento; ratificar que el mismo no pertenece al Movimiento Peronista.”

            A renglón seguido –punto 6-, agregaba que “los compañeros peronistas que no están en la traición y que pueden haber sido confundidos en su buena fe” que abandonen “de inmediato cualquier actividad dentro de los grupos mencionados anteriormente…”, entre los cuales se hallaba el que se nucleaba entorno a la figura de Kelly y su periódico “Alianza”.[1]


            La última prueba documental del desprecio y la duda que a Perón le generaba Guillermo Patricio Kelly, lo vamos a ver en una carta que aquél le hizo llegar a Ramón Landajo desde Madrid, el 24 de marzo de 1965. O sea, casi tres meses luego del fracasado arribo de Perón a la Argentina por impedimento del presidente de la Nación, Arturo Umberto Illia, y su canciller Miguel Ángel Zavala Ortiz.

            En el segundo párrafo del documento, el ex presidente argentino le manda decir a Landajo:

            “No es menos espectacularmente ridículo el papel que han hecho los revolucionarios que, junto con el traidor de Kelly, especularon con el voto en blanco que, según ellos, pondría en evidencia la impopularidad de la conducción actual. En los guarismos han quedado a la altura de Aramburu. Esta lección ha de servirles para no seguir haciendo(se) los estúpidos por servir intereses personales cuando no los de nuestros enemigos. El camino de los peronistas es el entendimiento total de todos para alcanzar la unidad y solidaridad peronista que pueda en el futuro presentarnos con la verdadera fuerza de que disponemos para derrotar a nuestros enemigos en el campo en que la lucha se planteé, hasta tanto estemos en condiciones de imponer métodos insurreccionales capaces de arrimar soluciones definitivas y permanentes.”



            Tal como afirmaba la revista Primera Plana en su edición del 4 de febrero de 1964, “Las historias de Guillermo Patricio Kelly -57 veces preso hasta 1964- aparece llena de hechos espectaculares”, añadiendo, nosotros, que no solamente fueron “espectaculares” sino también escabrosos y casi nunca esclarecidos. De allí la desconfianza que siempre le dispensó Perón.

UNA SOLA BUENA ACCION

Lo único positivo que se puede rescatar de Kelly se remonta al año 1969. El episodio transcurrió en un camposanto porteño y ante un selecto público de lo más rancio del liberalismo de cuño militar. La crónica, dice así:

            “(…) en el acto de la Recoleta en que se procedía al traslado de los restos del general Ossorio Arana, se informó de la presencia de Aramburu y Rojas. Aquella mañana [de 1969] Guillermo Patricio Kelly y Humberto Guidi, dos hombres a quienes no se les puede negar capacidad de acción, se subieron al Campanario de la Iglesia del cementerio y desde allí, ante los ojos de Aramburu, Rojas, el general Lanusse y centenas de “gorilas” recalcitrantes, acusaron a los jefes de la “Libertadora” de asesinato de patriotas inermes, de torturas y prisiones de hombres y mujeres por el solo delito de ser peronistas”.[2]

            Se remarca, en esta trifulca, que dos personas solamente –Kelly y Guidi- se trenzaron a golpes de puño contra unos 600 asistentes –entre radicales, conservadores y uniformados- durante el recuerdo funerario del teniente general Arturo Ossorio Arana[3], cuyo sepulcro sirvió para tapar, con estatuaria grandilocuente y frases moralistas, la anónima tumba de los mazorqueros Ciriaco Cuitiño y Leandro Antonio Alen, a metros del famosa Basílica de Nuestra Señora del Pilar.

Kelly, de saco y corbata, reparte trompadas en las afueras del cementerio de La Recoleta, 1969.

            Sin embargo, y como solía decir una veterana militante justicialista, “cuando Perón daba dos órdenes, éstas equivalían a tres porque había que leerlo entrelíneas”. Por eso vemos, en la última página del periódico que refleja la pelea desigual en La Recoleta, una lisonjera dedicatoria que Juan Perón hace a los responsables del diario “Marchar”, cuyas editoriales eran suscriptas por su odiado Kelly. Allí, el ex mandatario en el exilio, al pie de una imagen suya, les apoya con desbordante efusividad:

            “Para el periódico “Marchar” con el deseo de que encamine su prédica contra la antipatria y por la unidad del Pueblo Peronista. – Madrid, 2 marzo 1969 – Juan Perón.”

            Punto, entonces.

             


Por Descamisado mazorquero



[1] En esa misma carta, Perón desautoriza como pertenecientes al justicialismo al Movimiento Revolucionario Peronista, de Héctor Villalón; y, a la Confederación de Agrupaciones Gremiales Peronistas.
                La edición de “Alianza” de junio de 1964, por tomar un número anterior a la fecha de la carta emitida por Perón en agosto de ese año, leemos que protege a John William Cooke (que cubanizó o marxistizó al peronismo), despotrica contra el judaísmo, acusa al Plan CONINTES de “fascista” y publica a sus integrantes abrazándose con Andrés Framini, creador en los 70 del siniestro Partido Peronista Auténtico, rama partidaria de la terrorista Organización Montoneros. Es decir, todo un berenjenal.
[2] Nota “Firmenich-Aramburu”, diario “Marchar”, extra periódico, año 1974, página 11.   
[3] Fue ministro de Guerra de la Nación durante la presidencia de Facto de Pedro Eugenio Aramburu.