jueves, 4 de febrero de 2010

ARMAS Y LOGISTICA DE LOS SUBVERSIVOS QUE ATACARON LA TABLADA EN 1989

Imagen en la que se aprecia parte de las armas incautadas a los delincuentes subversivos que coparon el Regimiento de Infantería 3 de La Tablada. Nótese el herrumbre y los restos de tierra que contienen las armas y los cargadores. Coincide con lo que dice nuestro informe al final.

El pasado 23 de enero se cumplieron veintiún años del ataque y copamiento del Regimiento de Infantería N° 3 “General Belgrano”, más conocido como de La Tablada. Fue el último operativo de la subversión marxista en el país que hicieron con las armas en la mano. Desde entonces, su exposición se hizo mediante la dialéctica y la semántica, ya no con el fuego de la metralla o la explosión de las granadas, obteniendo ese enemigo –que no es el único que sufre la argentinidad- un exitoso pasaporte hacia las esferas del poder político, donde muchos guerrilleros delincuentes han asumido cargos y responsabilidades gubernamentales.

Un aspecto poco estudiado de lo sucedido en enero de 1989 tiene que ver con el armamento que los delincuentes marxistas emplearon para ese ataque que, desde el “vamos”, tuvo la anuencia de la Coordinadora radical y el apoyo logístico del exterior. Fueron elementos del MTP (Movimiento Todos por la Patria) que comandaba el ex jefe del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), Enrique Haroldo “gungo” Gorriarán Merlo, los que llevaron a cabo este ilícito en tiempos de “democracia”, y lo hicieron en y a nombre de aquellas reivindicaciones hediondas que también habían abrazado en las décadas de 1960 y 1970. Claro que, además de estas perversiones ideológicas que los motivaron a los subversivos, había toda una trama tendiente a ocultar el estrepitoso fracaso de la administración alfonsinista que, como todos sabemos, tuvo que entregar el poder antes de tiempo al agente internacional Carlos Saúl Menem.

El MTP fue la continuación más cabal del ERP, pues sus miembros –los sospechosos que sobrevivieron- formaron hacia 1986 en Nicaragua aquél movimiento que pretendía seguir anarquizando y desgarrando vidas ajenas. Cuando tomaron el Regimiento de La Tablada, la criminalidad de ayer los acompañó como un perro fiel, lo mismo el armamento que, en décadas pasadas, habían utilizado para secuestrar y para armar batallones rurales (como en Tucumán) bajo las directivas de Roberto Mario Santucho. Veamos un poco cómo era la logística del ERP en los años setenta, de acuerdo a un documento encontrado por efectivos del Ejército Argentino en un operativo.


LOGISTICA DEL ERP: MEDIOS PARA MATAR

En el año 1977 fue secuestrado un documento sin fecha donde el Partido Comunista de Cuba impartía una directiva logística al ERP identificada por la sigla MDAME, que quería decir “Motorización – Dinero – Armas – Municiones – Explosivos”.

No solamente los subversivos del ERP intentaron fabricar armamento propio. La organización marxista Montoneros, tal vez con mayor éxito, logró prototipos de ametralladoras y hasta de granadas, como la que se exhibe en la imagen.

En ella se establecía que el objetivo primario de la guerrilla era “la destrucción de las fuerzas enemigas y la obtención de armamento y equipos”, y agregaba que “el accionar ofensivo irá gestando, centralizando y creciendo la base tan deseada, la cual permitirá la instalación y desarrollo del apoyo logístico”. Así, el robo pasó a ser el primer paso de la logística del ERP.

El ERP no contó con depósitos importantes o de gran tamaño. El requisito exigido a los escondites (embutes y berretines) era garantizar su guarda en un lugar seguro y mantener el buen estado de las armas, municiones, medicamentos, ropas de combate y documentación. Como en otros ámbitos de la logística, se apoyaron en colaboradores no encuadrados y en el ingenio popular para diseñarlos, construirlos o descubrirlos en la naturaleza.

Los por ellos llamadas “cárceles del pueblo” eran construcciones, en general realizadas bajo el nivel del piso, con dimensiones que no superaban los 2,50 por 1,50 metros, lo que hacía que el prisionero rápidamente padeciera los efectos del encierro. En todos los casos se mimetizaban en viviendas que albergaban matrimonios jóvenes con hijos de corta edad o con establecimientos de actividad legal.


ARMAMENTOS Y EXPLOSIVOS DEL ERP

La actividad principal desarrollada en este rubro fue el mantenimiento y reparación del armamento robado a las FF.AA. y FF.SS., y se realizó a nivel de las unidades del ERP que lo tenían como dotación.

La fabricación de mecanismos o dispositivos explosivos se llevó a cabo con la participación de armeros, torneros, matriceros, químicos y electrónicos reclutados en los trabajos de captación de colaboradores y militantes. Asimismo, se insistió mucho en la impartición de conocimientos de química y fabricación de caños (bombas caseras) a todos los cuadros del ERP.

Un proyecto de gran envergadura fue el intento de fabricación de una pistola-ametralladora bautizada como “JCR-1”, encarada por la conducción del ERP, cuyo desarrollo fue abortado por acción de las fuerzas armadas. No se conoció realmente la etapa alcanzada, ni el número de armas terminadas, aunque se secuestraron algunos prototipos artesanales.


LAS ARMAS USADAS EN LA TABLADA 1989

Puede que esto sea un resumen apenas, de la logística y las armas que tuvieron los subversivos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). El propio Gorriarán Merlo señaló, unos años antes de su muerte, que la organización llegó a tener 5.387 militantes, y que para acceder a la misma había que pasar una prueba fundamental: en la primera acción, cada aspirante tenía que mantener algún enfrentamiento armado con un uniformado, sea policía o militar.

Es por demás interesante transcribir lo que dice el capítulo 16 del libro “El Coti. Biografía no autorizada de Enrique Nosiglia”, sobre las armas que se usaron para el mortífero ataque y copamiento del Regimiento de Infantería de La Tablada el 23 de enero de 1989:

“De las quince armas nuevas que portaban los atacantes, catorce habían sido compradas entre el 10 y el 21 de enero en distintas armerías de Buenos Aires. (…) Según fuentes del gobierno, hubo un largo y meticuloso preparativo en el exterior, donde se habrían obtenido pertrechos. Enumeraban (…) fusiles FAL con dispositivos de disparo que no usaban las fuerzas argentinas, ametralladoras chinas, lanzadoras rusas conocidas como “palo de fuego” y lanzagranadas de 40 mm de origen norteamericano”.

La desaparecida revista “Somos” del 25 de enero de 1989, consignaba en una editorial titulada “Secretos del asalto” los elementos bélicos que tenía el guerrillero subversivo Osvaldo Farfán (alias “Roberto Sánchez”), al momento del copamiento: “El arma que portaba era un fusil FAL cuyo tubo de cañón no es de origen nacional y presentaba rastros de haber estado bajo tierra durante mucho tiempo (probablemente ‘tabicado’ desde la década del 70). La madera de la culata también presentaba vestigios de tierra y herrumbre”. Recordemos que Farfán no fue otro que el asesino del mayor Horacio Fernández Cutiellos, 2do. Jefe del Regimiento de La Tablada.

Este tipo de misiles fue hallado en el baúl de uno de los automóviles robados por los terroristas del MTP, con los cuales irrumpieron en el regimiento del Ejército Argentino en 1989. Tras la recuperación del cuartel, los efectivos reconocieron que se trataba de material de origen extranjero.

Sigue diciendo la obra de Darío Gallo y Gonzalo Álvarez Guerrero (“El Coti. Biografía…”): “¿De dónde provenían las armas de guerra que no habían sido compradas en el Once o en el centro porteño durante ese enero y dónde habían estado? Muchas de ellas habían permanecido enterradas en Jujuy, cerca del Ingenio Ledesma, desde 1982. A principios de 1981, Gorriarán y los suyos habían penetrado en ese monte para iniciar acciones de propaganda armada. Asentados en Nicaragua tras el triunfo de la revolución sandinista, los ex ERP decidieron volver a operar en la Argentina con un grupo de doce personas, que llegó a duplicarse poco tiempo después. Durante un año recorrieron una extensión de cuarenta kilómetros de largo por veinte de ancho, sin ser detectados. Habían traído las armas desde Nicaragua en una verdadera road movie por Latinoamérica, en su mayoría rezagos de la guerra contra el somocismo.

“Al terminar la guerra de Malvinas, y ante el nuevo panorama de apertura democrática, el propio Gorriarán subió al monte para explicar por qué había que desactivar la unidad guerrillera. Pero dos de los integrantes, José Luis Caldo y Pablo Belli, se negaron en principio a bajar. Dudaban de la salida democrática. (…) Al igual que esas armas que permanecieron enterradas en Jujuy durante gran parte de la gestión alfonsinista, rebrotaron en la incursión del 23-E”.

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