John Maynard Keynes: especulador, homosexual, miembro de sociedades secretas, antimilitarista, funcionario colonial en la India y co-fundador del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Todos ubicamos la figura del economista y escritor John Maynard Keynes. A su nombre se lo relaciona con palabras como Estado, riqueza, bienestar, ahorro o capital. Algunos apurados y simplistas, arriesgan definiciones un tanto confusas; dicen que el keynesianismo fue puesto en práctica en nuestro país durante los dos primeros gobiernos de Juan Perón (1946-1955), y que se prolongó hasta el advenimiento del golpe de Estado de 1976. Hay un poco de razón, pero no del todo.
En primer lugar, la famosa “Teoría General” de John Keynes sirvió para revitalizar al liberalismo capitalista que, tras la Primera Guerra Mundial, había quedado desprestigiado y amenazado por regímenes variopintos, que fueron del nacionalismo a la socialdemocracia y el marxismo. La mejor etapa teórica de Keynes fue, diríamos, la surgida en el período de entreguerras (1920-1939), y tuvo aplicación luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial y hasta 1973, aproximadamente.
Keynes, es cierto, quería que el Estado intervenga en la economía de un país y que sea el regulador de la demanda y la oferta, para alcanzar el pleno empleo. Al generar ocupación, se reactivaría la producción, y con ésta se pagarían sueldos y la gente, en vez de ahorrar su dinero, lo gastaría, y así ad infinitum. Un punto medular de su teoría económica para salvar al liberalismo era que la gente no tenía que ahorrar, que si tenía plata en su bolsillo, la misma debía gastarse para levantar la demanda y, como contrapartida natural, que también se eleve la oferta.
El Estado, a su vez, era el organismo que tenía que elevar la inversión privada para lograr el sueño del pleno empleo. Y las rentas tenían que ser variables, para motivar la inversión de los empresarios y para que los consumidores se lancen al consumo masivo de bienes. En este sentido, y para no extendernos demasiado en este punto, el Estado también tenía que utilizar el sistema tributario para redistribuir la renta “de manera tal que sea probable un aumento de la propensión al consumo”, dirá Keynes en 1936.
Miren lo que escribía hacia 1939 Keynes: “La cuestión es si estamos preparados para salir del laissez-faire decimonónico y pasar a una era de socialismo liberal (sic), por lo cual entiendo un sistema en el que podamos actuar como una comunidad organizada para objetivos comunes…, aunque respetando y protegiendo al individuo, su libertad de acción, su fe, su mente y su expresión, su empresa y su propiedad”.
Sin embargo, y gracias a su rol de economista de los centros del poder mundial, John Maynard Keynes aplicará, como veremos, medidas que van contradecir lo que en teoría daba a entender. Keynes ayudó a fundar, entre 1944 y 1945, el Banco Mundial (Acuerdos de Bretton Woods) y el FMI (Fondo Monetario Internacional), contribuyendo a la hegemonía de los dos imperialismos vencedores de la Segunda Guerra: Estados Unidos y la Unión Soviética, con todo lo que eso significó para los pueblos que quisieron quitarse de encima el yugo de ambos sistemas de vida.
KEYNES: ESPECULACION Y ¿MASONERIA?
Claro, los altruistas de este mundo se fueron hace tiempo. John Maynard Keynes no fue un “salvador” para la humanidad…a lo mejor sí para el capital y el liberalismo. Nació y se formó en la peor Inglaterra, esa que iba perdiendo de a poco su dominio imperial venido desde fines del siglo XVII. Era de una familia acomodada y llena de intelectualidad, y para ser honestos, jamás se apartó de esa posición.
Robert Skidelsky, uno de los mejores estudiosos de la vida de Keynes, señala que éste en la década de 1920 hacía negocios con un agente de bolsa llamado Oswald Falk, quien frecuentaba clubes de la alta sociedad inglesa. Dice Skidelsky en la obra “Keynes”:
“Empezaron [Falk y Keynes] a especular en divisas inmediatamente después de la guerra, y pasaron después a hacerlo en materias primas. A despecho de tres importantes reveses –en 1920, 1928-29 y 1937-38- Keynes incrementó su patrimonio neto desde 16.315 libras en 1919 hasta 411.238 libras a la fecha de su muerte: unos 10 millones de libras a los valores de hoy”.
Es decir, señores, que John Keynes llamaba a consumir masivamente a los demás cuando él, en el apogeo de su actividad económica, era un usurero especulador. Es el famoso y típico “haz lo que yo digo pero no lo que tú haces”. Keynes seguramente hasta habrá sido tildado de “filántropo” por los medios y panegiristas adictos a sus teorías, algo similar a lo que ocurre actualmente con el especulador y hebreo George Schwartz (George Soros), el cual, tras haberse enriquecido merced a las reglas de la usura, la especulación de divisas y el interés capitalista liberal, ahora tiene tiempo y dinero de sobra para ser “caritativo” y abrir fundaciones para cuidar el medio ambiente…
Esta actividad económica-financiera de Keynes, no se condice con el “Estado de Bienestar” que propugnaba para los demás. En el fondo, y como decíamos al comienzo de esta nota, John Maynard Keynes no fue más que un restaurador del moribundo capitalismo liberal de comienzos del siglo XX y un hombre que nunca dejó de pertenecer a las clases pudientes de la Inglaterra aristocrática e imperial. Al final de su vida, en 1942, hasta obtuvo un título de la nobleza: fue ungido barón Keynes de Tilton. Pero sigamos viendo detrás del personaje:
El estudioso Robert Skidelsky encuentra un punto de conexión –no podía ser de otra manera, al fin y al cabo- entre las propuestas teóricas de Keynes y el “marxismo clásico”. Aquél, escribe en la obra ya citada:
“[Keynes] también empezó a calar la noción de que el capitalismo debía ser controlado. Keynes no se volvió un socialista después de la guerra [Primera Guerra Mundial], y mucho menos un bolchevique. Decía que el socialismo era algo que vendría después que se hubiese resuelto el problema económico: una curiosa vinculación con el marxismo clásico”.
Otro dato que surge de su bastante poco divulgada vida personal, es que John Keynes estuvo enrolado en alguna que otra sociedad secreta (¿fue masón?). Los años juveniles de Keynes vieron el colapso de “la moral victoriana” con que fue criado. Así, “Keynes y sus compañeros de estudios eran ateos militantes”, indica el mejor investigador de Keynes, Robert Skidelsky.
En 1904/1905, aproximadamente, “Keynes (…) fue elegido miembro de los Apóstoles de Cambridge, una selecta y entonces secreta sociedad de debates filosóficos”, añade Skidelsky, y “a finales de la década de 1900 se integró en el Grupo Bloomsbury, una comuna londinense de Apóstoles”…
ENTRE LA SOCIEDAD SECRETA Y EL HOMOSEXUALISMO
Por su origen, nunca le faltó nada John Maynard Keynes, sin embargo estaba espiritualmente destruido. En sus primero años de adultez, supo ser un homosexual depravado, y ello gracias a lo que sus ‘hermanos’ de la sociedad secreta le inculcaron:
“Nuestros principales objetivos en la vida –decía Keynes por 1938- eran el amor, la creación y disfrute de experiencias estéticas y la búsqueda del saber. Con mucha diferencia, el amor era lo más importante”.
Robert Skidelsky reseña que tanto “para Keynes y para la mayoría de sus amigos Apóstoles [de la sociedad secreta] el amor significaba el amor homosexual, inicialmente de un carácter más bien espiritual. El amante de Keynes entre 1908 y 1911 fue el pintor Duncan Grant, primo de Lytton Strachey, a quien se lo “robó” ante la consternación de Bloomsbury. Hasta la Primera Guerra Mundial todas sus relaciones sentimentales fueron con jóvenes”. Inapelable.
A tono con otro tipo de depravación muy de nuestro siglo XXI como lo es la bisexualidad, la homosexualidad de Keynes “no excluía la capacidad de enamorarse y disfrutar de una feliz relación sexual con la mujer adecuada”.
Keynes era antimilitarista –si bien, paradójicamente, fue funcionario de la Comisión Real sobre Moneda y Finanzas de la India en 1913, en momentos en que este país se hallaba sometido bajo el colonialismo británico merced a la invasión de sus fuerzas militares-. Por tal motivo, John Keynes hacia 1916 ayudó a su amante Duncan Grant para que no haga el servicio militar.
Este fue el John Maynard Keynes que la historia “políticamente correcta” nunca nos dijo que era. Aquí lo tienen.
En primer lugar, la famosa “Teoría General” de John Keynes sirvió para revitalizar al liberalismo capitalista que, tras la Primera Guerra Mundial, había quedado desprestigiado y amenazado por regímenes variopintos, que fueron del nacionalismo a la socialdemocracia y el marxismo. La mejor etapa teórica de Keynes fue, diríamos, la surgida en el período de entreguerras (1920-1939), y tuvo aplicación luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial y hasta 1973, aproximadamente.
Keynes, es cierto, quería que el Estado intervenga en la economía de un país y que sea el regulador de la demanda y la oferta, para alcanzar el pleno empleo. Al generar ocupación, se reactivaría la producción, y con ésta se pagarían sueldos y la gente, en vez de ahorrar su dinero, lo gastaría, y así ad infinitum. Un punto medular de su teoría económica para salvar al liberalismo era que la gente no tenía que ahorrar, que si tenía plata en su bolsillo, la misma debía gastarse para levantar la demanda y, como contrapartida natural, que también se eleve la oferta.
El Estado, a su vez, era el organismo que tenía que elevar la inversión privada para lograr el sueño del pleno empleo. Y las rentas tenían que ser variables, para motivar la inversión de los empresarios y para que los consumidores se lancen al consumo masivo de bienes. En este sentido, y para no extendernos demasiado en este punto, el Estado también tenía que utilizar el sistema tributario para redistribuir la renta “de manera tal que sea probable un aumento de la propensión al consumo”, dirá Keynes en 1936.
Miren lo que escribía hacia 1939 Keynes: “La cuestión es si estamos preparados para salir del laissez-faire decimonónico y pasar a una era de socialismo liberal (sic), por lo cual entiendo un sistema en el que podamos actuar como una comunidad organizada para objetivos comunes…, aunque respetando y protegiendo al individuo, su libertad de acción, su fe, su mente y su expresión, su empresa y su propiedad”.
Sin embargo, y gracias a su rol de economista de los centros del poder mundial, John Maynard Keynes aplicará, como veremos, medidas que van contradecir lo que en teoría daba a entender. Keynes ayudó a fundar, entre 1944 y 1945, el Banco Mundial (Acuerdos de Bretton Woods) y el FMI (Fondo Monetario Internacional), contribuyendo a la hegemonía de los dos imperialismos vencedores de la Segunda Guerra: Estados Unidos y la Unión Soviética, con todo lo que eso significó para los pueblos que quisieron quitarse de encima el yugo de ambos sistemas de vida.
KEYNES: ESPECULACION Y ¿MASONERIA?
Claro, los altruistas de este mundo se fueron hace tiempo. John Maynard Keynes no fue un “salvador” para la humanidad…a lo mejor sí para el capital y el liberalismo. Nació y se formó en la peor Inglaterra, esa que iba perdiendo de a poco su dominio imperial venido desde fines del siglo XVII. Era de una familia acomodada y llena de intelectualidad, y para ser honestos, jamás se apartó de esa posición.
Robert Skidelsky, uno de los mejores estudiosos de la vida de Keynes, señala que éste en la década de 1920 hacía negocios con un agente de bolsa llamado Oswald Falk, quien frecuentaba clubes de la alta sociedad inglesa. Dice Skidelsky en la obra “Keynes”:
“Empezaron [Falk y Keynes] a especular en divisas inmediatamente después de la guerra, y pasaron después a hacerlo en materias primas. A despecho de tres importantes reveses –en 1920, 1928-29 y 1937-38- Keynes incrementó su patrimonio neto desde 16.315 libras en 1919 hasta 411.238 libras a la fecha de su muerte: unos 10 millones de libras a los valores de hoy”.
Es decir, señores, que John Keynes llamaba a consumir masivamente a los demás cuando él, en el apogeo de su actividad económica, era un usurero especulador. Es el famoso y típico “haz lo que yo digo pero no lo que tú haces”. Keynes seguramente hasta habrá sido tildado de “filántropo” por los medios y panegiristas adictos a sus teorías, algo similar a lo que ocurre actualmente con el especulador y hebreo George Schwartz (George Soros), el cual, tras haberse enriquecido merced a las reglas de la usura, la especulación de divisas y el interés capitalista liberal, ahora tiene tiempo y dinero de sobra para ser “caritativo” y abrir fundaciones para cuidar el medio ambiente…
Esta actividad económica-financiera de Keynes, no se condice con el “Estado de Bienestar” que propugnaba para los demás. En el fondo, y como decíamos al comienzo de esta nota, John Maynard Keynes no fue más que un restaurador del moribundo capitalismo liberal de comienzos del siglo XX y un hombre que nunca dejó de pertenecer a las clases pudientes de la Inglaterra aristocrática e imperial. Al final de su vida, en 1942, hasta obtuvo un título de la nobleza: fue ungido barón Keynes de Tilton. Pero sigamos viendo detrás del personaje:
El estudioso Robert Skidelsky encuentra un punto de conexión –no podía ser de otra manera, al fin y al cabo- entre las propuestas teóricas de Keynes y el “marxismo clásico”. Aquél, escribe en la obra ya citada:
“[Keynes] también empezó a calar la noción de que el capitalismo debía ser controlado. Keynes no se volvió un socialista después de la guerra [Primera Guerra Mundial], y mucho menos un bolchevique. Decía que el socialismo era algo que vendría después que se hubiese resuelto el problema económico: una curiosa vinculación con el marxismo clásico”.
Otro dato que surge de su bastante poco divulgada vida personal, es que John Keynes estuvo enrolado en alguna que otra sociedad secreta (¿fue masón?). Los años juveniles de Keynes vieron el colapso de “la moral victoriana” con que fue criado. Así, “Keynes y sus compañeros de estudios eran ateos militantes”, indica el mejor investigador de Keynes, Robert Skidelsky.
En 1904/1905, aproximadamente, “Keynes (…) fue elegido miembro de los Apóstoles de Cambridge, una selecta y entonces secreta sociedad de debates filosóficos”, añade Skidelsky, y “a finales de la década de 1900 se integró en el Grupo Bloomsbury, una comuna londinense de Apóstoles”…
ENTRE LA SOCIEDAD SECRETA Y EL HOMOSEXUALISMO
Por su origen, nunca le faltó nada John Maynard Keynes, sin embargo estaba espiritualmente destruido. En sus primero años de adultez, supo ser un homosexual depravado, y ello gracias a lo que sus ‘hermanos’ de la sociedad secreta le inculcaron:
“Nuestros principales objetivos en la vida –decía Keynes por 1938- eran el amor, la creación y disfrute de experiencias estéticas y la búsqueda del saber. Con mucha diferencia, el amor era lo más importante”.
Robert Skidelsky reseña que tanto “para Keynes y para la mayoría de sus amigos Apóstoles [de la sociedad secreta] el amor significaba el amor homosexual, inicialmente de un carácter más bien espiritual. El amante de Keynes entre 1908 y 1911 fue el pintor Duncan Grant, primo de Lytton Strachey, a quien se lo “robó” ante la consternación de Bloomsbury. Hasta la Primera Guerra Mundial todas sus relaciones sentimentales fueron con jóvenes”. Inapelable.
A tono con otro tipo de depravación muy de nuestro siglo XXI como lo es la bisexualidad, la homosexualidad de Keynes “no excluía la capacidad de enamorarse y disfrutar de una feliz relación sexual con la mujer adecuada”.
Keynes era antimilitarista –si bien, paradójicamente, fue funcionario de la Comisión Real sobre Moneda y Finanzas de la India en 1913, en momentos en que este país se hallaba sometido bajo el colonialismo británico merced a la invasión de sus fuerzas militares-. Por tal motivo, John Keynes hacia 1916 ayudó a su amante Duncan Grant para que no haga el servicio militar.
Este fue el John Maynard Keynes que la historia “políticamente correcta” nunca nos dijo que era. Aquí lo tienen.
2 comentarios:
muy pobre indio.
Remedios Keynesianos al liberalismo económico
Tras el colapso de la Gran Crisis del 34 el sistema liberal dejó de tener confianza en el equilibrio automático del sistema, por lo que casi todas las Universidades estudiaron este tema. El más lúcido de los estudiosos de este tema fue John Keynes en su libro Teoría general de la Ocupación, el Interés y el Dinero de 1936, donde se profundizaba en el análisis de la teoría económica clásica, proponiendo remiendos de emergencia para acabar con la crisis.
La más importante de las propuesta de Keynes fueron los remedios fiscales. En síntesis Keynes sostenía que la depresión económica se debía invariablemente a una caida de la demanda global en relación a la oferta de bienes y servicios (oferta global), que había alcanzado niveles de gran prosperidad en los tramos de expansión. Y esta merma de demanda desencadenaba una baja de precios y producción que, en caso de persistir, llevaba a una acomulación de la depresión, y a la crisis global.
Para ello Keynes propone incrementar el gasto público, estatal, en los momentos de decaimiento de la demanda privada, aun cuando este mayor gasto estatal provoque un déficit público grande a corto plazo, ya que este déficit puede ser contrarrestado por un superavit en los presupuestos fiscales en los momentos de prosperidad posteriores.
Otro economista, Alvin Hansen, perfeccionó esta estrategia con la idea de orientar a infraestructuras el gasto del Estado, de forma que promuevan el progreso posterior.
La aplicación de estas medidas permitió salir de la crisis a los Estados Unidos. (Ramón Bau)
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