Dos impresentables: Raúl Ricardo Alfonsín Foulkes y Ernesto Sábato.
El 20 de noviembre de 2004, el kirchnerismo homenajeó al 'gorila' Ernesto Sábato. La encargada de darle el premio fue la entonces senadora Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner.
Ni un lamento debe sugerirnos la desaparición física de Ernesto Sábato, el intelectual que ha vivido a contramano del pueblo argentino durante toda su existencia, algo similar a lo que le ocurrió al paria Jorge Luis Borges o Julio Cortázar.
Sábato tuvo todos los “premios” que un anti-argentino como él pudo obtener. Abrazó el comunismo siendo uno de los máximos dirigentes de la FJC (Federación Juvenil Comunista) y, ya de más grande, cargos directivos del PC (Partido Comunista). Bajo esta calidad, viajó a Europa para empaparse aún más de ideas subversivas que, al regreso, introduciría en la patria desde la literatura y la militancia, por supuesto.
Como muchos comunistas intelectuales, Ernesto Sábato no tuvo empacho a la hora de apoyar, y adherir, a los diferentes golpes de Estado que la facción liberal de las FF.AA. llevó a cabo contra gobiernos constitucionales argentinos. Salvo el que aconteció en 1943, que tuvo una amplia participación de oficiales nacionalistas, más que nada del Ejército, Sábato apoyó a todos los demás.
De este modo, en septiembre de 1955 escribió meras diatribas contra el Nacional Justicialismo que acababa de ser derrocado, colocándose del lado de los militares que asaltaron el poder, y que pusieron en práctica un perverso y criminal sistema tendiente a exterminar cualquier vestigio de Juan Perón, sus simpatizantes y sus conquistas sociales.
Cuando el caído en desgracia fue el radical Arturo Humberto Illia, Ernesto Sábato también se colocó a la par del general liberal Juan Carlos Onganía, el creador de la caterva subversiva que dio origen a la Organización Montoneros. Suscribió, el 28 de julio de 1966, conceptos que demostraban su “compromiso” con la democracia que luego intentó defender con la llegada de Raúl Ricardo Alfonsín al poder: “Creo que es el fin de una era. Llegó el momento de barrer con los prejuicios y valores apócrifos que no responden más a la realidad. ¿Vos crees en la Cámara de Diputados? ¿Conocés mucha gente que crea en esa clase de farsa?”.
Su verdadera naturaleza de “demócrata” aparece en todo su esplendor cuando ocurre el ilegítimo y criminal golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, donde no le dan los renglones de cuanta publicación suscribe para ensalzar la imagen del delincuente traidor y amigo de David Rockefeller, teniente general Jorge Rafael Videla. Despotricó, como no le cabía de otro modo a este infame, contra la figura de la ex presidente María Estela Martínez de Perón, a quien le endilgó ser la cabecilla de un “vergonzoso gobierno de mafiosos” (Revista “Geo”, Alemania, año 1978).
Haciendo borrón y cuenta nueva, el masón gramsciano Raúl Ricardo Alfonsín Foulkes lo nombró presidente de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Peronas), cargo que ocupó en el bienio 1983-1984.
SU PASO POR LA MASONERIA
La poca difusión y la desmemoria colectiva sobre su pasado, lograron ubicar la figura de Ernesto Sábato en una cúspide cuyo basamento está hecho de cartón, de fragilidad y, por qué no, de espanto. Sin embargo, hoy posee un fastidioso prestigio que causa indignación en quienes saben quién fue y qué hizo o escribió el personaje en cuestión.
Sábato tuvo todos los “premios” que un anti-argentino como él pudo obtener. Abrazó el comunismo siendo uno de los máximos dirigentes de la FJC (Federación Juvenil Comunista) y, ya de más grande, cargos directivos del PC (Partido Comunista). Bajo esta calidad, viajó a Europa para empaparse aún más de ideas subversivas que, al regreso, introduciría en la patria desde la literatura y la militancia, por supuesto.
Como muchos comunistas intelectuales, Ernesto Sábato no tuvo empacho a la hora de apoyar, y adherir, a los diferentes golpes de Estado que la facción liberal de las FF.AA. llevó a cabo contra gobiernos constitucionales argentinos. Salvo el que aconteció en 1943, que tuvo una amplia participación de oficiales nacionalistas, más que nada del Ejército, Sábato apoyó a todos los demás.
De este modo, en septiembre de 1955 escribió meras diatribas contra el Nacional Justicialismo que acababa de ser derrocado, colocándose del lado de los militares que asaltaron el poder, y que pusieron en práctica un perverso y criminal sistema tendiente a exterminar cualquier vestigio de Juan Perón, sus simpatizantes y sus conquistas sociales.
Cuando el caído en desgracia fue el radical Arturo Humberto Illia, Ernesto Sábato también se colocó a la par del general liberal Juan Carlos Onganía, el creador de la caterva subversiva que dio origen a la Organización Montoneros. Suscribió, el 28 de julio de 1966, conceptos que demostraban su “compromiso” con la democracia que luego intentó defender con la llegada de Raúl Ricardo Alfonsín al poder: “Creo que es el fin de una era. Llegó el momento de barrer con los prejuicios y valores apócrifos que no responden más a la realidad. ¿Vos crees en la Cámara de Diputados? ¿Conocés mucha gente que crea en esa clase de farsa?”.
Su verdadera naturaleza de “demócrata” aparece en todo su esplendor cuando ocurre el ilegítimo y criminal golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, donde no le dan los renglones de cuanta publicación suscribe para ensalzar la imagen del delincuente traidor y amigo de David Rockefeller, teniente general Jorge Rafael Videla. Despotricó, como no le cabía de otro modo a este infame, contra la figura de la ex presidente María Estela Martínez de Perón, a quien le endilgó ser la cabecilla de un “vergonzoso gobierno de mafiosos” (Revista “Geo”, Alemania, año 1978).
Haciendo borrón y cuenta nueva, el masón gramsciano Raúl Ricardo Alfonsín Foulkes lo nombró presidente de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Peronas), cargo que ocupó en el bienio 1983-1984.
SU PASO POR LA MASONERIA
La poca difusión y la desmemoria colectiva sobre su pasado, lograron ubicar la figura de Ernesto Sábato en una cúspide cuyo basamento está hecho de cartón, de fragilidad y, por qué no, de espanto. Sin embargo, hoy posee un fastidioso prestigio que causa indignación en quienes saben quién fue y qué hizo o escribió el personaje en cuestión.
El 20 de noviembre de 2004, el kirchnerismo homenajeó al 'gorila' Ernesto Sábato. La encargada de darle el premio fue la entonces senadora Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner.
Un vergonzoso homenaje le tributó la administración de Néstor Carlos Kirchner a quien supo vituperar al teniente general Juan Perón y su doctrina, la tarde del 20 de noviembre de 2004. Ese día, el ‘gorila’ Ernesto Sábato “recibió una distinción entregada por la senadora y presidenta honoraria del Congreso, Cristina Fernández de Kirchner”, esgrime el periódico “Clarín” al día siguiente…
Como frutilla del postre, vale decir que Sábato revistó en la satánica Masonería en su primera adultez. El 10 de diciembre de 1956 tiene lugar en La Habana, Cuba (donde Fulgencio Batista era el presidente), la Séptima Conferencia Internacional de los Supremos Consejos del Rito Escocés de Antiguos y Aceptados Masones (REAAM).
Concurren a esta cita macabra 18 países; no acuden siete de ellos, entre los que se encuentra la Argentina, debido a la muerte del Gran Comendador Fabián Onsari, pero sí se envían algunos delegados de acá. Uno de estos delegados era un joven llamado Ernesto Sábato.
¿Podemos rescatar algo del escritor que acaba de fallecer a los 99 años de edad? Sí, es una sentencia que dejó plasmada en 1996 en el diario “Clarín”, en una suerte de carta de lectores, en la que expresó:
“En muchas oportunidades como en una carta a Clarín en 1996, afirmé que es una triste muestra de inmadurez política y espiritual, el exilio póstumo de Juan Manuel de Rosas. Un hombre que luchó por la soberanía nacional contra potentes enemigos de afuera así como contra los argentinos que desde adentro los apoyaban… en esta ciudad de Buenos Aires hay calles que celebran la memoria del tabaco o exigido salivaderas en los lugares públicos; pero no hay una sola calle y mucho menos una avenida para hombres como Rosas y Quiroga”.
Punto entonces.
Como frutilla del postre, vale decir que Sábato revistó en la satánica Masonería en su primera adultez. El 10 de diciembre de 1956 tiene lugar en La Habana, Cuba (donde Fulgencio Batista era el presidente), la Séptima Conferencia Internacional de los Supremos Consejos del Rito Escocés de Antiguos y Aceptados Masones (REAAM).
Concurren a esta cita macabra 18 países; no acuden siete de ellos, entre los que se encuentra la Argentina, debido a la muerte del Gran Comendador Fabián Onsari, pero sí se envían algunos delegados de acá. Uno de estos delegados era un joven llamado Ernesto Sábato.
¿Podemos rescatar algo del escritor que acaba de fallecer a los 99 años de edad? Sí, es una sentencia que dejó plasmada en 1996 en el diario “Clarín”, en una suerte de carta de lectores, en la que expresó:
“En muchas oportunidades como en una carta a Clarín en 1996, afirmé que es una triste muestra de inmadurez política y espiritual, el exilio póstumo de Juan Manuel de Rosas. Un hombre que luchó por la soberanía nacional contra potentes enemigos de afuera así como contra los argentinos que desde adentro los apoyaban… en esta ciudad de Buenos Aires hay calles que celebran la memoria del tabaco o exigido salivaderas en los lugares públicos; pero no hay una sola calle y mucho menos una avenida para hombres como Rosas y Quiroga”.
Punto entonces.
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