viernes, 22 de enero de 2021

DEVENIR HISTORICO DEL LLAMADO 'NUEVO ORDEN MUNDIAL'


Este proyecto de alcance global y totalitario al cual se lo conoce como Nuevo Orden Mundial (NOM), comienza a llamarse así desde que el ex Presidente de los Estados Unidos, George H. W. Bush, lo anunciara durante un discurso que pronunció por 1991 al término de la pantomímica “Guerra Fría”. En la misma tónica se acopló el ex Presidente ruso soviético Mijaíl Gorbachov. 

Sin embargo, y en vista de varios autores y fuentes documentales, la propuesta de un gobierno de dominio universal es una idea secular que ya ha atravesado varios siglos de existencia. La marca distintiva de esta ingeniería mundial la teorizaron desde sectas pasando por logias, sociedades secretas y cofradías del más variado estilo, es decir, aquellas fuerzas que se manejan hábilmente en los subterfugios del esoterismo, el ocultismo y lo elitista. En lo superficial se acomodaron a sus ensayos los más diversos gobiernos e ideologías de tendencia internacionalista, pues su objetivo es poder controlar hasta los más recónditos lugares del planeta.

Una de las ideas más remotas que encontramos de un orden mundial con visos de observancia vigilante y permanente en América, aparece en el año 1694, cuando lo que hoy es Estados Unidos era entonces una colonia de Inglaterra. Cerca de la ciudad de Filadelfia –fundada en 1682-, una persona llamada Johann Kelpius fundaba la secta Comunismo Cristiano, rarísima conjunción –aunque no tanto- de conceptos que habría de descerrajar risas sardónicas por doquier. Tal como lo afirmarían los Iluminados de Baviera casi un siglo más tarde, el Comunismo Cristiano predicaba la abolición de la propiedad privada por otra de carácter colectivista, mientras que “los bienes de consumo no pertenecen a nadie, hay que repartirlos según las necesidades de todos”[1]. Sus seguidores definían a Cristo, asimismo, como una suerte de “Distribuidor” (de bienes), “Gran Hermano” (para hacer cumplir la normativa y tener protección) y “Libertador” (de quienes creían en él), y pretendían expandirse por toda la tierra.


LOS ILUMINADOS DE BAVIERA

A todo esto, en 1776 el judío alemán y jesuita Adam Weishaupt (1748-1830), hombre de educación universitaria y profesor de Derecho Canónico en la Universidad de Ingolstadt, Baviera, Alemania, creará la Orden de los Iluminados o Illuminatis, idea cuya solvencia, pese a la corta duración de la logia, es tomada como la guía de todos los proyectos que derivaron, de una u otra manera, en el más contemporáneo NOM. 

El año de la creación de la Orden de los Iluminados (1776), no parece resultar una idea azarosa. En Nadie vio Matrix (Planeta, 2008), el economista argentino Walter Graziano expresa que ese 1776 fue “el año en que se puso la piedra fundacional, en Norteamérica, del Nuevo Imperio Romano”, y también cuando se editó la obra capital del liberalismo hoy imperial: La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith. Estos tres acontecimientos, en apariencia inconexos entre sí, ayudaron a configurar todas las ‘explicaciones oficiales’ con que se rige el mundo actual hacia una gobernanza elitista de vigilancia totalitaria.

Lo primero que se desprende de la Orden de los Iluminados, ha sido su combate perpetuo contra todo lo que signifique patriotismo, de allí la universalidad de sus dogmas y el hecho de que sus adeptos hayan seguido al pie de la letra una de las máximas enseñanzas de Weishaupt que, en ese aspecto, afirmaba: “El amor a la patria es incompatible con el fin ulterior de la Orden”, al tiempo que 

“maldijo las naciones y el amor nacional como fuente de egoísmo, y las leyes y los derechos como contrarios a la misma naturaleza; y pretendió que se extinguiera el amor a la patria y desapareciera la sociedad para retornar al estado primitivo y salvaje; edad de oro de la humanidad.”[2]

Otra lucha encarnizada emprendida por la Orden de los Iluminados ha sido contra la Iglesia Católica, por eso Weishaupt predicó entre los miembros de su movimiento “libertar paulatinamente de sus prejuicios a los cristianos de todas las confesiones”, o sea, el paso previo ineludible para la aparición de un “universo de libertad, igualdad y fraternidad”[3] al mejor estilo de la masónica Revolución Francesa de 1789.

La Orden de los Iluminados tuvo una existencia efímera, pues hacia 1783 la Iglesia Católica la condenó, y el Elector de Baviera dictó su disolución dos años más tarde, generándole a Weishaupt y “otros tres Maestros de la Orden” el destierro. No obstante, de sus principios rectores y organización jerárquica interna –que fueron modelo y sensación en su época- habrían de servirse todas las sociedades secretas y logias masónicas a lo largo del siglo XIX. 

La Orden de los Iluminados tenía una estructura que consistía en 13 Grados que, a su vez, se repartían en cuatro Secciones:


* SEMINARIO: Preparatoria, Novicia, Minerval e Illuminatus Minor.

* MASONERIA SIMBOLICA: Aprendiz, Compañero y Maestro.

* MASONERIA ESCOCESA: Illuminatus Major e Illuminatus dirigens

* MISTERIOS: Sacerdote, Regente, Mago y Rey.


El conocimiento dentro de la Orden de los Iluminados se revelaba acorde el iniciado avanzaba en la graduación. Así, “El Sacerdote aprendía que en la sociedad futura el patriotismo había de ceder el puesto al cosmopolitismo, y el concepto de la libertad nacional al de la libertad del ser en sí”.[4] Para el Mago, en cambio, era válido el panteísmo materialista, equivalente a considerar a Dios y el mundo no como dos entidades sino como una sola, “de forma que realizar a Dios equivale a realizarse a uno mismo”. Esto es, la aparición blasfema del “Hombre-Dios”. 

POSGUERRA Y ERA ATOMICA

Un autor prácticamente olvidado, don Justo Pacífico, alertaba a los despistados acerca de lo que él llamaba Gobierno Universal, uno de los nombres anteriores del NOM de nuestros días. En las primeras páginas de su obra El Gobierno Universal. Toda la verdad sobre la Masonería (Editorial Liberación, 1945), Pacífico transcribe parte de una nota que apareció en el periódico “La Razón”, de Buenos Aires, el 4 de diciembre de 1945, el cual toma los dichos del Presidente del Partido Laborista británico, Harold J. Laski (1893-1950), en un banquete que se le ofreció en Nueva York, Estados Unidos. Decía textualmente: “Habló anoche el presidente del partido Laborista británico, Harold J. Laski, pidiendo que se aboliesen las soberanías nacionales a favor de un Estado Mundial…”


Unos días antes, el 20 de noviembre de 1945, sale publicado un artículo del intelectual estadounidense Walter Lippman (1889-1974) en el diario argentino “La Prensa”, en donde sostenía que

“A este respecto bueno es destacar la verdad cada vez más evidente que en esta era atómica una asociación de gobiernos no es suficiente para mantener la paz y que se requiere un Gobierno Mundial.”[5] 

Sea reconocido por Gobierno Universal, Estado Mundial o Gobierno Mundial, el autor Justo Pacífico advierte que fue la “alta finanza” la que aprontó las etapas de consecución del NOM, citando a algunos banqueros –todos, sin excepción, de origen hebreo- que entre los siglos XVIII y primeras décadas del siglo XX tomaron parte en el ambicioso plan anticristiano. En Austria, por ejemplo, estaban a sus anchas los banqueros Samuel Oppenheimer y Samson Wertheimer, influyentes miembros ocultos de la corte imperial de aquella nación. En Estados Unidos, uno de los principales sostenedores materiales de la Guerra de la Independencia fue el banquero Hayim Salomón, y también cita las casas bancarias de la familia Rothschild en Francia, Inglaterra, Austria y Alemania (aquí, a través de la sociedad Goldschmidt-Rothschild). La lista es abismal y no cuadra con lo escueto de este artículo, por lo que sabrán disculpar su no inclusión.

LEONARDO CASTELLANI ANTE EL NOM

Para ir terminando con el tema del NOM y su conformación a través de la historia, un exquisito como el padre don Leonardo Castellani va a hablar en una nota suya del 7 de septiembre de 1944 del Super-Estado, tejiendo sus propios vastos conocimientos sobre tema tan urticante. 

Para Castellani, el mundo sujeto a la voluntad de un puñado de predestinados es obra de “vivillos masones y delirantes protestantes”, y advertía que “cuando el yanqui (…) nos predica el Superestado, fragua una cosa que es antinatural y que nunca ha existido. Ni habrá de existir, según esperamos”. Más adelante, sin embargo, parece contemplar que esa idea de un mundo homogéneo y único “Es (…) hoy día una idea en marcha, un signo de los tiempos”.

Cita, a renglón seguido, a un jurista jesuita llamado Tapparelli D’Azeglio (1793-1862), quien le dio el nombre de Etnarquía a esa perspectiva de un mundo racial o étnicamente para pocos –de allí deriva la etimología de Etnarquía-. Dirá que “este ideal anglosajón” tomó vuelo en el siglo XX a través del novelista inglés H. G. Wells, “quien, desde 1900 acá ha escrito no menos de ¡20 libros! sobre el tema, diferentes y aun contradictorios en sus profecías, pero idénticos en el espíritu”.[6] No ha faltado, entre las profusas difusiones de este lúgubre ideal, alguna cinta de Hollywood –dice- para hacernos creer en semejante mundo monstruoso.

Para ello, memora el padre Castellani una película estrenada en 1940 que llevó por título “The New World Order” (“El Nuevo Orden Mundial”), film basado en uno de los libros de Wells que

“propone en abstracto ese detallado programa del Superestado democrático y socialista, con unas salidas tan delirantes que hacen temer seriamente si no estará el popular autor de El Hombre en la Luna, realmente lunático. Pero los locos dicen verdades. No se puede concebir un programa más radical de descristianización del orbe…”

Y para entender mejor cómo sería el programa trazado por Wells para la implantación del NOM secular, Castellani lo aclara con sintética precisión: “La extirpación total de la Iglesia Católica por medio de la violencia más extrema, la imposición de una educación estadual compulsiva de tipo socialista, la abolición de la propiedad privada, la erección de un gobierno único en todo el mundo, constituyen las bases de un Paraíso Terrenal que supera los esplendores de los viejos profetas hebreos…”, para terminar diciendo que “Wells se profesa socialista y maldice el comunismo, pero en realidad es el vocero más lúcido que existe hoy día del espíritu mesiánico, milenarista y extremoso del comunismo”.[7] 

De este resumen, se puede concluir que el NOM ha necesitado siempre de la destrucción de dos pilares esenciales: la Iglesia Católica y el sentimiento de patriotismo que anida en los pueblos. Hasta no alcanzar esos objetivos que juzga fundamentales, el mundo puede estar seguro del fracaso perpetuo de los criminales. 


Por El Católico Descamisado

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Notas:

[1] Pichon, Jean-Charles. “Historia universal de las sectas y sociedades secretas”, Editorial Bruguera, 1974, Página 254.

[2] Röttjer, Aníbal A. “La masonería en la Argentina y en el mundo”, Editorial Nuevo Orden, 1973, Página 157.  

[3] Pichon, Jean-Charles. Op. cit., Editorial Bruguera, 1974, Página 314.

[4] Esta visión no está muy alejada de lo que hoy, en pleno siglo XXI, vivimos como humanidad, en donde se quiebran las comunidades nacionales o ecúmenes por la “autodeterminación” de las personas. Por citar un ejemplo, el lema universal “mi cuerpo, mi decisión” que blanden las feministas y abortistas del mundo entero, va en ese sentido de la “libertad del ser en sí” que ya predicaban, en 1776, los Illuminati de Baviera. Ni hablemos del “cosmopolitismo” de nuestro tiempo, que fue suplantando lentamente el sentimiento patriótico de los pueblos hacia pautas homogéneas emanadas a favor de una “cultura globalizada”.

[5] Pacífico, Justo. “El Gobierno Universal. Toda la verdad sobre la Masonería”, Editorial Liberación, 1945, Página 4.  

[6] Castellani, Leonardo. “Decíamos ayer…”, Editorial Sudestada, 1968, Pp. 167-168.   

[7] Castellani, Leonardo. Op. cit., Editorial Sudestada, 1968, Página 170.

 

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